En nuestra primera entrega de #LaBiciMeEmpodera, Diana Patiño nos cuenta cómo disfruta de su viaje al trabajo yendo en bicicleta. Nos da consejos para movernos en la ciudad y agradece a la bici por darle viajes, amigos y la oportunidad de conocer el amor.
Empecé a usar la bici como modo de transporte hace casi 10 años. Me gusta ahorrar, así que no uso taxi, a menos que sea muy necesario. Y, sé que van a apoyarme, el transporte público de Guayaquil no es muy agradable. Entre mezcla de olores, mala educación, y géneros musicales detestables, prefiero mil veces subirme a mi bicicleta y sortear el tráfico por mi cuenta.
Mis inicios fueron muy básicos. Mi perímetro de circulación no superaba los 3 kilómetros. La
usaba para hacer algún trámite cerca, o porque en tomar un bus me iba a tomar más tiempo
de traslado. Y, sin darme cuenta, poco a poco la fui incorporando a mi rutina diaria.
Recuerdo que en ese entonces estaba desempleada. Por lo tanto aprovechaba para apoyar
a mi mamá en sus trámites, hacer las compras, o una salida para topar con amigos. Hasta
que un día me llamaron para una entrevista de trabajo. Y sí, adivinaron bien: decidí ir en
bici.
Me contrataron. Y era la única empleada que iba en bici. Y resaltaba más todavía al ser
mujer. “¿No te da miedo?”, era la pregunta básica que me hacían. A veces creo que en la
mente tenemos más “peros” que en la vida real. Nos hacemos una idea de algo, suponemos, creemos, y eso lo convertimos en realidad, sin dar paso a la comprobación.
Creo que sí me dio miedo al inicio. Pero era mucho más satisfactorio llegar por mi cuenta.
No me atascaba en el tráfico. Sabía cuánto iba a demorar en llegar a X lugar. Y, como
soy temática con la puntualidad, es un punto a mi favor.
Empecé a conocer una ciudad diferente al circularla en dos ruedas, a una velocidad moderada. Hay otros olores, sonidos, sensaciones. Sentir el aire golpeándome el rostro, escuchar mi ciudad, sentirla, olerla (el pan caliente, por Baco, el olor a pan caliente). Todos mis sentidos están alertas, atentos, expectantes.
Subirme a la bicicleta me da libertad, autonomía, independencia, felicidad.
Diana Patiño Flor
Sé que hay peros para subirte a una bici y usarla como modo de transporte. Pero no son
peros definitivos. Son sorteables. Que el clima no es el idóneo: toallitas húmedas y ropa
fresca. Una muda extra en la mochila si es necesario cambiarse. Al comienzo podrás sudar,
pero tu cuerpo se adaptará y verás que con el tiempo sudarás menos.
Trabajé casi 7 años en un banco. Eso significa uniforme formal. Y sí, iba en bici. La blusa dobladita con cuidado en la mochila, y un espacio en la oficina para dejar el resto del uniforme. Es cuestión de atreverse, averiguar, preguntar. La bicicleta no estorba, ocupa mínimo espacio. Y sí, la gente apoya.
Casi 4 años trabajé fuera de Guayaquil. Tenía que ir diariamente al Terminal Terrestre para embarcarme en un bus. Y, nuevamente, sí, iba en bici. Solo bastó averiguar el nombre de la persona a la que tuve que dirigirle una carta solicitándole un espacio donde dejarla parqueada. Recuerden, nuestra mente es experta en ponernos peros, mas también sabe encontrar las soluciones a los mismos.
Mis compañeras de trabajo me decían que les parecía “mucho trabajo” llegar temprano,
cambiarse, y al final del día volverse a cambiar para pedalear a casa. Yo les decía que
prefería eso a subirme a un bus y apretarme con desconocidos. No vengan a decirme que
es agradable subirse en hora pico. Estar parados una hora o más, hasta llegar a casa.
Apretujados, empujándose. No, mi bici es mucho mejor.
¿Y los carros, la falta de educación vial, el irrespeto en las calles? Sí, lamentablemente
todavía tenemos esas falencias. Pero en todos estos años he visto que estamos mejorando.
Antes me cerraban más seguido la vía, me pitaban, se cruzaban. Y aprendí. Uno aprende
probando. Uno aprende haciéndolo. Ensayo, error. Y mientras más sales, más empoderada
te sientes. Más segura. No crean que no me ha pasado nada. Me he caído, me han
chocado, he tenido accidentes. Y me ha dolido, me han ayudado, me he levantado, he
sanado, y he vuelto a subirme a la bicicleta. Porque es un modo de transporte
incomparable.
Cuando me preguntan cómo empezar a usar la bici para trasladarse por la ciudad siempre
les recomiendo que sean como las ondas que forma una piedra que lanzas al agua.
Empieza cerca, chiquito. Par de cuadras de tu casa. Poco a poco. Como la bola de nieve
que va deslizándose por la montaña. Conforme vayas avanzando irás agarrando pericia.
Práctica. Utiliza calles secundarias, no te lances a una avenida principal enseguida. Conoce
las normas de tránsito. Deben respetarte, sí. Tienes preferencia, sí. Pero debes conocer no
solo tus derechos, sino tus obligaciones. Manejar por la derecha, no culebrear, manifestar
con tiempo tus maniobras, no pedalear en veredas. Recuerda que sobre ti está el peatón.
Ese es el primero.
Y cuidarte. Siempre cuidarte. Prendas reflectivas y luces por la noche. Tu kit de repuesto,
tubo e inflador. Cadena. Es lindo pedalear con música, no es recomendable. Siempre
alerta.
La bicicleta me ha llevado a muchos lugares, me ha presentado a una diversidad de
personas. He hecho amigos, grandes amigos. Gracias a ella he conocido al hombre que
amo, he recorrido miles de kilómetros, he tenido millares de experiencias. La bicicleta dejó
de ser simplemente un modo de transporte para transformarse en un estilo de vida.
1 comentario
Pingback: Diana González: Guayaquil no es más insegura en bicicleta – Masa Crítica Guayaquil