Areli Carreón, quien fue alcaldesa de la bici en Ciudad de México, nos cuenta cómo este vehículo le cambió la vida. Nos comparte sus consejos e invita a las mujeres, que aún no se animan a pedalear en la ciudad pero desean hacerlo, a utilizarlo como un método para empoderarse.
Como parte de nuestro espacio #LaBiciMeEmpodera, ahora les traemos una entrevista con la mexicana Areli Carreón. Desde México nos atiende con mucha habilidad y, a través de WhatsApp, nos contó con sumo entusiasmo lo que significa para ella la bicicleta y cómo cree que puede ayudar a las mujeres a sentirse más libres, autónomas e independientes, venciendo prejuicios.
¿Qué significa para ti andar en bicicleta, a diferencia de caminar o usar vehículo?
Para mí andar en bicicleta es como volar por la ciudad cual mariposa, cual ave sobre la ciudad. Me permite la velocidad lenta, necesaria para apreciar la ciudad, para ver las personas, ver los árboles, disfrutar de la arquitectura, pero al mismo tiempo ágil para recorrer distancias más largas. Entonces es como la perfecta mezcla entre el gozo de la velocidad lenta, del caminar, con la agilidad y la distancia larga, y con poca energía, de la bicicleta. Entonces, para mí es la mejor forma de moverse, porque te da una completa, total autonomía. Te puedes detener donde tú quieras, haya o no haya estacionamiento; escoges tu horario, las calles por donde quieres ir. Te lleva exactamente donde quieres llegar. No necesitas depender de una ruta, de un servicio, de un costo, sino que con tu propia energía puedes realmente moverte con total libertad por donde tú quieras. Entonces, la considero la mejor forma de movilidad urbana. Aprendí a andar en bicicleta, como modo de transporte urbano, en 1995, cuando fui un año de visita a Montreal, y ahí me di cuenta que la bicicleta era algo más que un deporte, una cuestión recreativa, sino que se podía uno mover por la ciudad en bicicleta.
¿Qué representa el antes y después, en tu caso, de andar en bicicleta?
A partir de ahí mi vida cambió totalmente porque empecé a andar en bicicleta en mi ciudad, en mi país, y también empecé a trabajar para lograr que la bicicleta sea considerada un modo de transporte. Entonces, para mí, sí hay un antes y un después. La bici ha hecho mi vida mucho más feliz, mucho más completa.
Además me ha dado un propósito de trabajo, y me ha ayudado a crear una comunidad. Así encontré a mi marido, que también es un ciclista. Y ha hecho mi vida mejor en todo sentido.
¿Cuáles consideras que son los principales retos de una mujer al andar en bicicleta en la ciudad?
Es sobre todo superar la idea de que no es posible. Y el miedo que nos han inculcado, de manera muy constante, muy clara, desde que somos niñas, a que nosotras no podemos hacer cosas. Que los hombres pueden ir y hacer, plantearse desafíos, ser libres, moverse en el espacio público, y que nosotras no. Entonces esa es la primera batalla, que es una batalla interna, donde una tiene que primero tener la certeza y la fuerza para salir al espacio público. Luego la fuerza también para superar los miedos de nuestras familias. Yo, a la fecha, sigo recibiendo consejos de mi madre, que no vaya yo en bici, o que cuide mucho a mis hijos, que por qué los llevo en bici, en fin. Porque hay esta percepción muy generalizada de que andar en bicicleta es peligrosísimo. Entonces, hay que ser capaces de superar la barrera de resistencia de la propia familia.
Luego hay que ir conquistando también la posibilidad de no ser agredida en la calle, de enfrentar el acoso, de tener estrategias para resolverlo. En la calle, los ‘piropos’, toda esta serie de cosas que se ha señalado ya en las últimas fechas en toda América Latina, en relación a cómo hemos normalizado la violencia hacia las mujeres.
Y luego, otra barrera que hay que vencer es el de la violencia vial. Que esa es igual para hombres y para mujeres. Donde quien conduce un vehículo, a veces piensa que tiene mayores derechos porque su vehículo es muy caro, o porque ocupa mucho espacio, o porque es mucho más rápido, y tiende a creer que se compró la calle, y que tiene muchos más derechos al espacio, que el resto de las personas, solo porque va en coche. Entonces, esto es falso.
Muchas legislaciones, alrededor de América Latina, reconocen -con toda claridad- que los ciclistas tenemos derechos, exactamente igual que otros usuarios de la calle. Y que justo debemos ser respetados por el resto de los usuarios, sobre todo quienes conducen un vehículo potencialmente mortal, como son los automotores, los camiones grandes, los camiones pesados, el transporte público.
Son como varias barreras que las mujeres tenemos que ser capaces de superar para lograr movernos con autonomía, con libertad, en bicicleta. Creo, porque son justamente tantas las barreras, que es por eso que todavía la proporción de mujeres que pedaleamos es muy menor. No solo en América Latina sino en todo el mundo en general. La gran mayoría de los ciclistas son hombres. Y es en ciudades que han adaptado sus calles, que han mejorado sus leyes, que han establecido prioridades más claras hacia la movilidad activa, la movilidad sustentable, son las que poco a poco van logrando que muchas más mujeres conquisten la libertad, la confianza necesaria para moverse en bici.
¿Qué tipo de empoderamiento te ha dado la bicicleta al usarla?
En mi caso personal la bicicleta, al darte la certeza de que tú puedes moverte con tu propia energía, pues te da primero una gran sorpresa, una gran emoción, de que uno es capaz de llegar hasta donde no había creído.
La sensación de bienestar, de dicha que te da esa actividad física, y ese gozo de libertad de andar por la ciudad, es como un gran descubrimiento que después se traduce o se lleva a otras áreas. Si tú eres capaz de hacer eso con tu fuerza, con tus piernas, puedes hacer otras cosas.
Te empodera para hacer preguntas y para decir ‘a ver, quién toma decisiones sobre la ciudad y por qué se ha decidido invertir el dinero público en esta forma y no en parques, en buenas banquetas, no en ciclovías’.
Y eso te empodera para después decir ‘tengo derechos y los voy a defender a todos niveles, dentro de mi casa, con mi familia, en mi comunidad, ante quienes son autoridades’.
Y, en general, creo que existen como varios pasos, varias capas, en las que darte cuenta que tú eres capaz de hacer algo por ti misma, te lleva a explorar, a intentar otras cosas en otras áreas.
Al menos a mí me ha hecho una persona más autónoma, más libre. Es parte muy importante, muy esencial de mi estilo de vida, de mi forma de ser, de quien soy, porque realmente me ha llevado a lugares insospechados, me ha permitido viajar, me ha permitido conocer personas, hacer cosas que jamás creí posibles.
Creo que ese proceso de empoderamiento, de mostrarte, y de abrirte la puerta a saber que eres capaz de hacer otras cosas, es muy importante e imagino que llevará a las personas a lugares insospechados.
Es una puerta que se abre y que tiene mil caminos. Porque las personas somos todas diferentes, entonces nos interesan cosas distintas, y cada persona descubre diferentes cosas, diferentes oportunidades, diferentes caminos, y eso también es como muy interesante.
Lo único que es como una herramienta para abrir la puerta de posibilidades. El destino es incierto. Realmente depende de cada persona qué tan lejos o qué tan diversos caminos quiera tomar.
¿Qué recomendaciones darías a las mujeres que quieren andar en bicicleta en la ciudad y por cualquier motivo no se animan?
Primero que nada creo que es como borrarse este lema que nos han inculcado: ‘es imposible, yo no puedo’. Está como tan perfectamente grabado en nuestras mentes, en nuestro corazón, que no lo vemos como la principal barrera.
Necesitamos ser capaces de decir: ‘si yo quiero hacer esto, si yo quiero andar por la ciudad en bicicleta, lo puedo hacer’.
Areli Carreón
Y una vez que tú te lo planteas, empiezan las siguientes preguntas, que son como preguntas más pequeñas: ‘tengo una bici o no, dónde la compro, qué tipo de bici, dónde vivo, a dónde voy, qué tan lejos voy, qué tan caras son, qué tan ligera la necesito’.
Empiezan como preguntas más específicas o resolver conflictos más puntuales. Y cada vez que tú resuelves una de esas pequeñas cosas, ‘necesito un candado, qué tipo de candado será, dónde la voy a dejar en la noche, tengo luces, qué necesito para ir segura, por dónde me podría ir’.
En fin, cada una de esas pequeñas preguntas que una puede ir resolviendo, te va haciendo cada vez más fuerte, te va haciendo cada vez más capaz y más indetenible. Al punto que vas a llegar a ser lo que tú quieres hacer.
Y cuando mires hacia atrás no vas a poder creer que, en algún momento del pasado, tenías un pavor imposible. Y de que estabas segura de que tú no podías hacerlo, de que eso era imposible para ti.
Les propongo que vayan resolviendo cosas pequeñas y que vayan también planteándose viajes cortos, retos pequeños. A lo mejor, primero en el barrio, alrededor de la cuadra. A lo mejor, primero en un parque. Y luego, poco a poco, van a ir haciéndose cada vez más fuertes, más seguras, más capaces.
He visto mujeres que se van a dar la vuelta alrededor del mundo, ellas solas en bicicleta. Que son capaces de reparar su bicicleta, que son capaces de ir en bici así llueva, haga sol o relampaguee. Con sus hijos, con bebés, embarazadas. Entonces, realmente no tenemos límites. Los límites nos los han enseñado. Nos han enseñado a sentir miedo y a sentirnos incapaces. Pero nos corresponde a nosotras conquistar la libertad de andar en bicicleta, de adueñarnos de la ciudad, de ser capaces de ir a donde nosotras queremos ir, como nosotras queremos ir.
Es una batalla, sin duda, pero doy fe porque conozca muchas y esa es mi propia historia personal de que esto es posible. Es posible conquistar el miedo, el pavor, e ir conquistando -paso a paso- la confianza para, cada vez ir más lejos, hasta que ya no exista ninguna situación, ninguna circunstancia que te impida hacer exactamente lo que tú quieras hacer.
Un gran saludo desde Ciudad de México.