Los semáforos son claves para el transporte urbano. Asignan, en el tiempo, el espacio de la calle a los usuarios y conductores. Aunque se inventaron como parte del esfuerzo por hacer espacio a los vehículos de motor a principios del siglo XX, la actual planificación urbana ha hecho de los semáforos, posiblemente de forma inconsciente, un elemento que prioriza el flujo de vehículos motorizados sobre la movilización de peatonas/es y ciclistas.
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Además de influir en la manera sobre cómo el tráfico vehicular de una ciudad se distribuye, los semáforos tienen un gran impacto en la dinámica de peatonas/es y ciclistas, mayor de lo que uno cree.
Generalmente la elección de una ruta para un paseo breve a pie está afectada, entre otros aspectos, por las señales de tráfico que le acompañan. Por ejemplo, de forma automática, tendemos a evitar los cruces donde hay que esperar mucho tiempo para pasar. O tratamos de esquivar las intersecciones donde hay que cruzar en varias etapas, para huir de las “islas de tráfico” que ocurren cuando estamos en medio de una circulación acelerada en ambos lados.
Por supuesto, eso tiene una razón de ser: las señales de tráfico históricamente han dado prioridad a los vehículos de motor sobre los peatones.
Cuando los automóviles empezaron a irrumpir las avenidas a inicios del siglo XX, los peatones seguían cruzando las calles a su discreción, cuándo y dónde podían. Desde ese momento, se vio la necesidad de regular el espacio de la calle constantemente, para promover la eficiencia de la circulación y la seguridad de los transeúntes de la época.
Con el paso del tiempo, esta disposición inamovible redujo la velocidad de caminar por la ciudad; los peatones pasan aproximadamente 20 % de su tiempo esperando en las intersecciones.
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Cómo funcionan los semáforos
La norma estándar señala que los vehículos y peatones, que viajan en la misma dirección, tienen aproximadamente el mismo tiempo para cruzar una intersección. Pero los peatones tardan más en cruzar las calles que los automóviles, porque son más lentos. Como resultado, la señal de “no caminar” (que indica que el peatón ya no debe estar en la calle) parpadea antes de que el semáforo principal se ponga en rojo (cuando los autos aún están rodando).

Pero en muchas intersecciones ocurre algo peor que eso. Hay semáforos que están configurados para dar menos tiempo verde a los peatones en una fase, que a los vehículos de motor, para darles una giro a la izquierda protegido sin tener que ceder el paso a los peatones. Esto ocurre con los semáforos adaptativos, que se programan para extender la luz verde para los automóviles cuando se detectan, pero no para los peatones, que no los identifica.

Por qué debe preocuparnos
Las consecuencias de hacer que sea más fácil conducir y más difícil caminar son consistentes con el auge de las ciudades dominadas por los vehículos. Pero esta desigualdad es incongruente con los objetivos declarados dentro de las políticas de transporte sostenible, salud humana y medio ambiente.
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Los gobiernos estatales y municipales deben alentar a caminar y andar en bicicleta por muchas razones: es eficiente en el espacio; tiene menos impacto ambiental; es más saludable; es más seguro para otros viajeros; reduce el número de automóviles en la carretera, por lo que incluso los automovilistas deberían estar a favor de que otras personas caminen.
Estrategias para una movilidad activa
Para Andrew Nash, ingeniero civil y planificador urbano estadounidense, las secretarías de gestión de carreteras deberían primero poder responderse esta pregunta: ¿Por qué, cuando la mayoría de las ciudades tienen el objetivo de fomentar la caminata y el ciclismo, se centran en cronometrar sus señales para fomentar la conducción?
En ese sentido considera importante planear e investigar nuevas prácticas que podrían aplicarse para ayudar a alentar a caminar y andar en bicicleta, como el uso de sensores para dar fases verdes tempranas cuando los peatones o ciclistas están esperando, pero no hay tráfico de vehículos opuestos.
#PeatonesPrimero
